Malibu de coco.

Saltar las olas, intentar no caernos de la barca, subir al peñón más alto y gritar libertad, jugar a las palas e intentar no dar a nadie, pantalones cortos; demasiado cortos, bicicletas y relojes ignorados, granizados, carreras bien entrada la noche, gorras y gafas extravagantes, chanclas.
Seguía sentada en la orilla, al borde del peñón, el sol le calienta la espalda y la brisa acaricia su lado izquierdo, jugando con su melena que corria queriendo escapar. Sus labios pintados de rojo delatan sus ojos, ellos seguían viviendo, rebosan felicidad. Mirabas hacia el horizonte sabias todo lo que te quedaba por vivir, lo que viviste y lo que no cambiarías. De golpe, sin previo aviso, nadie te advirtió que aun estaba presente esa parte de ti, la que se soltaba el pelo, la que decía lo que sentía sin ningún tapujo, la que quería saltar y experimentar, la que no paraba quieta, la que se divertía, sin horas, sin limites, la que volaba en vez de andar. ¿Que paso con esa parte?, ¿Por que cambiaste?, no se a quien querías engañar pero sabias que tu no eras así, que elegías antes el rojo que el azul y que reías cunado no tocaba. ¿Cambió?, no, se tomo un tiempo.